El monte marca al hombre, al montaraz. El montaraz altera el monte. La transformación es mutua y se rige por un equilibrio taimado. Si alguno de los dos, monte o montaraz, fuese más fuerte, extinguiría al otro.
Ramas cercenadas, rayas en la piel de las manos, estrías en el metal de los machetes. Cicatrices de una transformación contenida, resistida y continua. El proceso es del mismo material que los golpes en los sueños, nunca lo suficientemente fuertes. Como dos boxeadores cansados, sólo queda la acumulación de guantazos hasta que uno ceda o el tiempo se acabe.
Este libro fue el ganador del Premio Fundación Larivière 2018, organizado por BAphoto y Fundación Larivière.